Prácticamente todas las personas han sufrido en algún momento de su vida la pérdida de alguien muy querido; En realidad la vida consiste entre otras cosas en asistir a la desaparición física de los que nos rodean, mientras de alguna forma vamos preparándonos para aceptar la propia. Por lo tanto se puede afirmar que la experiencia de pérdida de los seres queridos es universal. Y a pesar que nuestra cultura ofrece todo tipo de información para la mayoría de los temas, y de las situaciones por las que atraviesa el ser humano, no existe nada que nos enseñe a afrontar una experiencia tan devastadora.
La muerte es una realidad, pero hablar de ella no gusta a nadie. Sin embargo el enfrentarse adecuadamente a la muerte de otra persona, ayuda a reducir los temores asociados con las cavilaciones acerca de la mortalidad propia.
Existen culturas y ambientes en los que mostrar los sentimientos se considera vulgar, se procura ocultarlos detrás de una pantalla, como si mostrar el dolor fuera una debilidad, una incapacidad de control.
En otras culturas, es necesario mostrar el dolor, para que todo mundo pueda ver la pena que asola a sus familiares y esta determinado por los ritos y costumbres que rigen las distintas sociedades.
La respuesta a la muerte es sin embargo una reacción individual que depende de los factores personales y como hemos visto culturales.
Las reacciones de pena, de duelo, pueden complicarse de hecho entre un 11 y un 15% se complican en forma de estado depresivo.